¿El fin del aceite de palma? Al sector le cuesta dar con un sustituto competitivo

  • Las grandes firmas de alimentación avanzan en productos más sanos, pero el polémico ingrediente todavía reina en los lineales españoles.
Una técnica permite determinar de forma rápida y muy fiable de dónde proviene el aceite de palma
Una técnica permite determinar de forma rápida y muy fiable de dónde proviene el aceite de palma
EUROPA PRESS

En una mano, la información nutricional del tarro de Nocilla informa que una cucharada pequeña (15 gramos) se traducirá en 82 calorías con 8,4 gramos de azúcar y 4,8 de grasas; en la otra, el envase de Nutella prácticamente calca las cifras de su competidora española: 81 calorías, 8,3 en azúcar y 4,7 en grasas totales. Untes lo que untes, habrá que compensar con algo de ejercicio. Solo en la incidencia de las grasas saturadas (1 gramo en la primera y 1,5 en la segunda) podría encontrarse a simple vista cierta diferencia entre las dos grandes cremas dulces con cacao. Hay que ir a los ingredientes y, en concreto, al origen del aceite utilizado para su elaboración para hallar una diferencia significativa: girasol en Nocilla y palma en Nutella.

“Hay que destacar el importante paso que supone”, subraya el doctor Rafael Garcés Manchego, quien trabaja en el Instituto de la Grasa, dependiente del CSIC, y quien se ha erigido como una de las principales voces académicas nacionales en el análisis alimentario a la vez que ariete en contra del aceite de palma en los anaqueles de los supermercados. “Tenemos un grave problema con este producto y solo una voluntad política real puede solucionarlo porque la inmensa mayoría de lo que les damos a los niños sigue conteniendo este aceite tan perjudicial”, añade.

¿Y por qué sigue estando en tantos alimentos que se venden? El problema para el sector productivo y de la distribución sigue radicando en lo que cuesta encontrarle un sustituto competitivo. Todos los actores sin excepción prometen investigar y avanzar en la mejora de su oferta, y destacan las novedades con menos azúcares añadidos o sin gluten, con sal reducida o la vertiente ecológica en decenas de sus referencias. Con la palma se va algo más lento. 

Pero hay quien ha dado ya un paso adelante. Desde el pasado mes de julio, el Grupo Idilia Foods está aprovechando el 50 aniversario de la marca Nocilla para introducir en el mercado una nueva receta con aceite de girasol. Ahora, con la inminente vuelta al colegio, ha intensificado la campaña publicitaria para seguir presente en los 5 millones de hogares a los que, según la misma empresa, logra entrar de forma continuada.

Nocilla llama la atención por su impacto (700 millones de vasos vendidos en su medio siglo de historia), pero tampoco ha sido la pionera a gran escala en nuestro país. Un poco antes, a partir de abril, Carrefour introdujo una crema de cacao con avellanas compuesta de aceite de girasol con unos valores de calorías y grasas saturadas algo inferiores al resto. El precio, como Nocilla y Nutella, alrededor del euro por cada 100 gramos.

Es decir, ni Carrefour ni Nocilla han trasladado al bolsillo el mayor coste de producción de sus cremas. Porque el uso del aceite de palma va más allá de lo que se paga en los mercados internacionales por cada tonelada métrica. Su versatilidad, su capacidad para mantener los productos durante más tiempo en perfectas condiciones, son argumentos que esgrime la industria. A este respecto, el fabricante de Nutella (los italianos de Ferrero) reivindica los valores de este aceite y descarta que la forma en la que lo usan en sus productos sea dañina en absoluto.

A su vez, desde fuentes de la patronal, la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas), se incide en que el aceite de palma es un componente “difícil” de sustituir en ciertos productos, como los chocolates, pero que tanto la distribución como la industria han hecho “un importante esfuerzo" en I+D para buscar sustitutos que cumplan las mismas funciones.

Al mismo tiempo, el Ministerio de Sanidad del anterior Gobierno se impulsó un plan para la Reformulación de Alimentos, suscrito por el sector, con un objetivo inmediato de reducir en un 10% la cantidad de grasas, azúcares y sal en determinados productos. Así, y solo así, con un trabajo conjunto se conseguirá avanzar; desde luego, la demonización de algunos alimentos y las reacciones puntuales a una moda u otra no deberían marcar la pauta, insisten desde la industria.

En esta misma línea de trabajo continuado e investigación se sitúan desde Mercadona y desde DIA. Ambos amplían a menudo su oferta de productos saludables, con la empresa de Roig a la cabeza en la Unión Europea de acciones en el fomento de consumo saludable. En DIA especifican que en todos los productos en los que se ha podido eliminar el aceite de palma ya se ha hecho y que sus proveedores tienen el compromiso de usar la opción más sostenible posible.

En resumen, todo el sector de producción y distribución se ha embarcado en un proceso que, como apuntan desde Carrefour, pretende una mejora continua de los ingredientes encaminada a la reducción de todo el reverso negativo de la alimentación: grasas saturadas, azúcar, sal… Todo ello, sin olvidar la ampliación de las gamas sin gluten y sin lactosa o la incorporación de productos procedentes de la agricultura ecológica.  

Sin embargo, una empresa vive de costes y beneficios y al final siempre está el precio de producción como primer foso que cruzar. Más si cabe, en la elaboración a gran escala de las multinacionales, donde una variación mínima en la materia prima se multiplica exponencialmente. En este terreno, el aceite de palma continúa al frente de las preferencias. Hace menos de una década, en pleno boom de esta alternativa, no había otra salida (económica), dado que el girasol se pagaba el doble de caro que la palma (el de oliva está en otra categoría). Hoy día, la brecha de precios se ha reducido, pese a que el aceite de palma es todavía un 30% más barato que el de girasol en lo que va de año 2018.

Pero eso es ahora. Entre finales de los noventa del siglo pasado y el actual siglo, medio primer mundo se lanzó a comprar al sudeste asiático y en pocas semanas se quemaban bosques que causaban tantas emisiones de dióxido de carbono como toda la Unión Europea en un año.  “Así que no solo se notaba en la salud de las personas, también estábamos esquilmando el planeta”, subraya el doctor Garcés, quien destaca cualquier pequeño gesto que se pueda producir. "En un mundo en el que un famoso con dos tuits es capaz de cambiar tendencias globales de consumo, cualquier cosa ayuda", concluye a la espera de que esa corriente se note en el mundo de los aceites vegetales. 

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